GOBIERNO REVOLUCIONARIO DE LAS FUERZAS ARMADAS



GOBIERNO REVOLUCIONARIO DE LAS FUERZAS ARMADAS

El 3 de octubre de 1968, un golpe militar, al mando del general Juan Velasco, puso fin al gobierno de Fernando Belaunde. Se instauró una junta Militar que luego se denominó Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas. La Junta dejó de lado la Constitución y gobernó dictatorialmente bajo el Estatuto de las Fuerzas Armadas. No hubo Congreso y el Consejo Nacional de justicia reemplazó a la Corte Suprema.
El Gobierno Revolucionario aplicó una serie de reformas que generaron un importante cambio del perfil social y económico del país. La Reforma Agraria transformó radicalmente la propiedad agraria con el propósito de redistribuir la propiedad y los ingresos, y estimular la integración de los sectores económicos destinados a la consolidación del autodesarrollo del mercado interno. En la práctica, las reformas no lograron satisfacer los requerimientos de la inmensa mayoría popular. La situación económica empeoró, generándose una crisis social y política.
En estas circunstancias el 29 de agosto de 1975, el general Francisco Morales Bermúdez, derrocó al general Velasco. En 1980, ante la grave crisis económica y en medio de grandes movilizaciones, el gobierno convocó a elecciones para entregar el poder a la civilidad.

GOBIERNO REVOLUCIONARIO DE LAS FUERZAS ARMADAS
Descripción: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmcWZEKTa75bP6clRoIfEfU2SNQIOOQBMwPKfnKJRaFgZuoJfkXGOMrwyzyrwHac7zZECHsuJfA9R5rWFxKC4lgBXRt_dyTG41EaXQmIei2uJm8xZ3sn3jgijxaBnk3S1P8RIOqwqVv-4_/s1600/juan+velasco.jpg
CAUSAS DEL GOLPE MILITAR:
Los factores que llevaron al golpe de Estado de 1968 son complejos. Por un lado, el cambio de mentalidad de los militares, los cuales asumie­ron como necesario alentar la modernización de la economía a través de una política nacio­nalista que impulsara la industria y el mercado interno, priorizando la atención de las necesi­dades sociales para asegurar el desarrollo y la seguridad nacional. Convencidos de que los ci­viles no habían sido capaces de llevar adelan­te tal proceso, determinaron que las propias Fuerzas Armadas debían hacerlo.
Por otro lado, se menciona el deterioro de la si­tuación política del último tramo del gobierno de Belaunde, asediado por una aguda crisis eco­nómica y por el fracaso de la mayoría de sus propuestas de gobierno. Tal situación había lle­vado a continuas movilizaciones populares con­tra el gobierno en medio de una coyuntura pre-electoral. A todo ello se sumó la toma de tierras por campesinos en la sierra. Finalmente, la fir­ma del Acta de Talara y un nuevo contrato con la empresa norteamericana International Petro­leum Company (IPC), dieron pie para el cuestionamiento y el escándalo de la página 11.
El 4 de octubre de 1968, el gobierno militar de­claró la nulidad del contrato celebrado con la IPC, el Acta de Talara y todos los actos adminis­trativos vinculados a estos. El 9 de octubre, bautizado luego como Día de la Dignidad Nacional, se anunció la expropiación de los bienes de la IPC y la ocupación militar de sus yacimientos y de la refinería de Talara.

EL MANIFIESTO REVOLUCIONARIO:
Al asumir el gobierno, la Fuerza Armada publicó un manifiesto revolucionario en el que dio a conocer la necesidad de transformar la estructura del Estado, a fin de conseguir la emancipación definitiva de nuestra patria. Esto permitiría una         eficiente acción de gobierno; transformar las estructuras sociales, económicas y culturales; mantener una definida actitud nacionalista, una clara posición independiente y la defensa firme de la soberanía y dignidad nacional; restablecer plenamente el principio de autoridad, el respeto y la observación de la ley el predominio de la justicia y de la moralidad en todos los campos de la actividad nacional.
Sin embargo, detrás de la insurgencia militar se  hallaba un grupo de oficiales del Ejército con un  vago proyecto denominado PLAN INCA, que iría tomando forma conforme las circunstancias se fueran desarrollando.
Este proyecto, al igual que la nueva mentalidad militar, se había ido gestando en las aulas del CAEM (Centro de Altos Estudios Militares), en la interrelación entre los jefes militares que allí se formaban y un grupo de intelectuales civiles, sus maestros, salidos de las canteras de  la centro izquierda política.

UNA NUEVA DISTRIBUCIÓN DE LA TIERRA
El gobierno revolucionario abordó el problema de la tierra y llevó a cabo una de las reformas con mayores repercusiones sociales y económi­cas en el Perú, la Reforma Agraria. Esta se ini­ció el 24 de junio de 1969, fecha en que se con­memoraba el Día del Indio, y que se rebautizó como Día del Campesino.
Con la promulgación de la ley de Reforma Agra­ria se determinó la expropiación de todas las haciendas o latifundios de costa y sierra. Los límites de aquellas propiedades que no esta­ban afectas de expropiación se fijaron en 50 hectáreas para tierras de riego y 150 de seca­no, afectándose la mediana y gran propiedad. Incluyó la maquinaria, el ganado y las instala­ciones industriales. Se estableció que los pro­pietarios serían indemnizados mediante el pa­go de una pequeña suma en efectivo y el resto en bonos, los cuales el gobierno esperaba que se invirtieran en el sector industrial. Paralela­mente se procedió con la toma de los comple­jos azucareros de la costa norte, lo que signifi­có un ataque directo contra los intereses agra­rios más poderosos y productivos del país. A partir de allí, la reforma se extendió rápidamen­te a otras zonas. En 1975, prácticamente todos los grandes fundos particulares habían sido afec­tados. Hasta 1979 fueron expropiadas 9,1 mi­llones de hectáreas de los treinta millones de tierra cultivada del país. El número de fundos afectados fue de dieciséis mil.

LA TIERRA PARA QUIEN LA TRABAJA:
Para prevenir un grave desequilibrio en la pro­ducción por la parcelación y división de las gran­des haciendas, el gobierno optó por mantener­las unidas bajo un régimen de propiedad y ges­tión de tipo asociativo. De ese modo, las ha­ciendas productivas y altamente tecnificadas de la costa fueron entregadas a los antiguos tra­bajadores, quienes se organizaron en las Coo­perativas Agrarias de Propiedad Social (CAPS). Las antiguas haciendas serranas fueron conver­tidas en Sociedades Agrarias de Interés Social (SAIS) y entregadas a sus trabajadores o a las comunidades campesinas.

LA MOVILIZACIÓN CAMPESINA:
Para lograr el respaldo campesino a su política agraria, se creó la Confederación Nacional Agra­ria (CNA), que entró en oposición con la tradi­cional Confederación Campesina del Perú, liderada por movimientos de la izquierda radi­cal. La CNA organizó grandes levantamientos con el objetivo de adelantar el traspaso de las propiedades en proceso de expropiación y de tomar las tierras no afectadas por la reforma. Muy pronto se politizó y salió del control del gobierno, por lo que fue anulada durante la Se­gunda fase. Por otro lado, la Sociedad Nacio­nal Agraria (SNA), que reunía a los propietarios de tierras, fue intervenida en mayo de 1972 y sus locales pasaron a ser sedes de las ligas agra­rias adictas al gobierno.

Descripción: http://www.jornaldearequipa.com/Graficos/Velasco15.jpgEL ESTADO REVOLUCIONARIO INTERVENCIONISTA
Hacia 1968, la economía peruana estaba orga­nizada en torno a la producción para exporta­ción de algunas materias primas (petróleo, co­bre, azúcar, harina de pescado). La base indus­trial era débil, se dependía de las importaciones para satisfacer en parte las necesidades de la población y de la industria. Una meta expuesta por el Gobierno Revolucionario era po­ner fin al subdesarrollo a través de la supera­ción de este modelo capitalista dependiente que, afirmaba, había sido el causante de la cri­sis permanente y del desequilibrio socioeconómico nacional. El Estado debía jugar un papel central en el proceso de transformación de las estructuras de la dependencia, liderando y par­ticipando activamente en la planificación y promoción del desarrollo.


Descripción: http://www.libroviejoymas.com/upload/productos/plan.jpgUN ESTADO PRODUCTOR Y GERENTE:
El gobierno procedió al masivo traspaso de la Propiedad de los recursos productivos considerados estratégicos hacia el Estado a través de las llamadas estatizaciones o nacionalizaciones.
El primer sector comprendido fue el energéti­co, con la expropiación de los bienes de la IPC. Luego siguió el sector minero. El Estado nacionalizó los yacimientos de Cerro Verde, Michiquillay y Quellaveco y las minas explotadas por la Cerro de Pasco Copper Co. y la Marcona Mining Corp. Para la administración y desarrollo de estos recursos se crearon empresas estatales como CENTROMIN PERÚ y HIERROPERÚ.
En 1971, la Ley de Pesquería estableció el control estatal sobre la comercialización de las exportaciones pesqueras, y dispuso la eliminación progresiva del capital extranjero del sector. Tras el colapso de la industria por exceso en la explotación del recurso, todo el sector pasó a ser administrado por la empresa PESCAPERÚ.
Las empresas de servicios también fueron estatizadas: la Compañía de Teléfonos, los servicios de agua y luz, parte de la Banca (Banco Conti­nental, Banco Popular) y las aerolíneas.



LA POLÍTICA INDUSTRIAL: ARMONIZAR CAPITAL Y TRABAJO
En julio de 1970, el gobierno promulgó la Ley de Industrias, declarando de interés nacional el desarrollo industrial permanente y auto-sostenido. Para proteger a la industria nacio­nal aumentó los impuestos a los productos importados e impulsó el mecanismo del CERTEX (Certificado de Exportaciones), que favorecía la exportación de productos no tradicionales de origen industrial.
Al mismo tiempo se crearon las comunidades laborales para el sector industrial, ampliándose luego a los sectores pesquero y minero, a fin de incorporar al trabajador industrial como sujeto activo del proceso de industrialización, otor­gándoles el derecho a participar en la propie­dad, la gestión y las utilidades de las empresas.
Posteriormente, en 1973, se estableció un nue­vo tipo empresarial, la Empresa de Propiedad Social, un tipo de empresa mixta en que parti­cipaba el gobierno y los trabajadores, organiza­dos en un régimen cooperativo.

LA MOVILIZACIÓN SOCIAL Y LA DICTADURA DE LOS MEDIOS

SIMAMOS Y EL BINOMIO PUEBLO-FUERZAS ARMADAS:
A fin de movilizar a las clases populares en apoyo de las reformas, el régimen militar organizó estrategias y organismos destinados a articular sus relaciones con estos sectores, con­formando el llamado binomio Pueblo-Fuerzas Armadas, actores de las grandes transforma­ciones revolucionarias.
Descripción: http://blogs.elcomercio.pe/huellasdigitales/toma%20de%20diarios.jpgOptó por promover la fundación de sindica­tos y centrales sindicales sufragados y contro­lados desde el Estado. Así nacieron la Central de Trabajadores de la Revolución Peruana (CTRP) y la Confederación Nacional Agraria (CNA). El máximo organismo fue el Sistema Nacional para la Movilización Social (SINAMOS), creado en 1971 convirtiéndose en el brazo político del régimen. Sus objetivos eran promover la participación activa de los sectores populares organizados, difundir las ideas y las acciones revolucionarias, capacitar en el proceso de la organización y dar apoyo finan­ciero y legal a dichas bases.

LOS SÍMBOLOS DE LA REVOLUCIÓN:
Gigantescas manifestaciones o mítines en apo­yo de la revolución se realizaron en momentos en que el gobierno consideraba que la con­trarrevolución había emprendido una campa­ña de desprestigio contra el proceso, tendiente a debilitar la unidad de las fuerzas armadas.
 En ellas se acuñaron una serie de lemas: "¡No pasarán!, ¡Kausachum Revolución!, ¡Chino, contigo hasta la muerte!", y construyeron sím­bolos, como el de Túpac Amaru, a fin de cohesionar al pueblo con su líder, el Chino Velasco, y con su revolución, y todos ellos con­tra los opositores contrarrevolucionarios.


Rectángulo redondeado: Un día negro para el periodismo peruano: La toma de diarios
 



EL PROBLEMA DE LA PRENSA Y LOS MASTINES DE LA REVOLUCIÓN:
Tras el golpe de Estado, la prensa apoyó me­didas como la toma de Talara. Conforme las reformas se radicalizaban, la adhesión al go­bierno fue disminuyendo. En 1970, la oposi­ción de un sector de la prensa al autoritaris­mo del régimen dio lugar a la incautación de los diarios Expreso y Extra, que pasaron a ser administrados por personalidades cercanas al gobierno y a quienes Velasco bautizó como los "mastines de la revolución". Se estable­ció un Estatuto de la Libertad de Prensa que impuso un rígido control sobre la información emanada de estos medios, la cual no podía pasar de ciertos parámetros. El estatuto fue bautizado como la Ley de la Mordaza, y a los periódicos sujetos al control se les conoció como diarios parametrados. Posteriormente se promulgó otra ley por la cual todas las em­presas de radio y televisión debían contar con accionariado del Estado no menor al 25%, y se establecieron controles similares. De ese modo, toda la prensa quedó sometida a un or­ganismo de censura, la Oficina Central de In­formación.
Finalmente, el 27 de mayo de 1974, bajo el criterio de la necesidad de socializar los me­dios de comunicación, se promulgó la Ley de Reforma de la Prensa y se tomó por la fuerza el control de todos los diarios. Su conducción fue entregada a intelectuales afines al gobier­no. Cada diario debía representar a los secto­res organizados, como los sindicatos, las co­munidades industriales, intelectuales, ocasio­nando una serie de revueltas estudiantiles que fueron reprimidas, y la deportación de algu­nos líderes.

LA POLÍTICA EXTERIOR: EL PERÚ, UN PAÍS TERCERMUNDISTA
Ante las medidas adoptadas por el régimen dic­tatorial, el gobierno de Estados Unidos deci­dió suspender los créditos. Frente a esta situa­ción, el gobierno peruano buscó estrechar relaciones diplomáticas y comerciales con la Chi­na Comunista, la Unión Soviética y con los países comunistas de la Europa del Este. Debido a estos contactos, pudo recibir ayuda cre­diticia y técnica, y adquirir material bélico e industrial.
La misma confrontación llevó a la diplomacia peruana a adherirse a las posiciones denomina­bas tercermundistas. La Cancillería peruana propugnó el desarrollo del bloque gubernamental del Tercer Mundo y de los No Alineados, a fin de lograr mancomunadamente el establecimien­to de un nuevo orden internacional que elimi­nara el dominio de los países desarrollados.
Ya en la OEA y en contra de la posición nortea­mericana, Perú postuló la libertad de los países latinoamericanos para reanudar relaciones con Cuba. Asimismo, propició el fortalecimiento del Pacto Andino que, además de la integración económica al nivel de los países del Acuerdo de Cartagena, debería eliminar las tensiones político-militares entre los países miembros.

EDUCACIÓN, CULTURA Y NACIONALISMO:
A fin de lograr un sistema educativo que ga­rantizara la formación integral del hombre, el gobierno llevó a cabo una reforma educativa. Consideraban que el sistema educativo tradicional estaba orientado a mantener en la ignorancia a las grandes mayorías con fines de explotación, que era un sistema poco flexible y que no tenía en cuenta la realidad nacional.
Tres fueron los fines propuestos: educar para el trabajo y el desarrollo, para la transformación de la sociedad y para la autoafirmación e independencia de la nación peruana.
Sus metas fueron la eliminación total del anal­fabetismo, asegurar la escolaridad básica y el acceso de todos los peruanos a educación per­manente.
Muy poco de ello se realizó, ya que la reivindi­cación social y la búsqueda de exaltar las refor­mas del régimen primaron en la acción educati­va. De ese modo se estableció el uso del unifor­me único; se prohibió la entrega de premios por méritos académicos y se prohibió el aprendiza­je de los idiomas extranjeros. En su lugar y con un afán nacionalista se revaloró la enseñanza del quechua como lengua oficial, la música popu­lar andina y el arte y la artesanía nativos. La re­forma fracasó al subordinarse los aspectos teórico-técnicos educativos a los políticos.

LA CRISIS DEL MODELO REVOLUCIONARIO Y EL PROBLEMA DE LA DEUDA
Hacia 1973, las reformas del gobierno habían provocado la salida de capitales hacia el extran­jero y la disminución de la inversión privada. La agricultura se deterioró. Los campesinos ca­recían de experiencia empresarial para tomar decisiones. Se dio poca importancia al uso de tecnologías modernas y apropiadas, y a la bús­queda racional del crédito bancario. Los pre­cios de los productos agrarios, controlados por el gobierno, pronto se devaluaron.
Ante estos hechos, el gobierno emprendió una política de endeudamiento externo, lo que elevó la deuda nacional en diez veces su va­lor con respecto a 1968. Este hecho generó un descontento social y un creciente rechazo al autoritarismo. El 5 de abril de 1975, la Policía Nacional inició una huelga que fue sangrien­tamente reprimida. En Lima se desataron vio­lentos disturbios callejeros y se debió apelar al "toque de queda". Se prohibió la permanen­cia en las calles más allá de las 8 de la noche, medida que se prolongó durante dos años.

Descripción: http://images.wikia.com/althistory/es/images/2/2d/Morales_Bermudez.jpgLA SEGUNDA FASE:
En estas circunstancias el 29 de agosto de 1975 en Tacna, el general Francisco Morales Bermúdez, acompañado de los comandantes de las cinco regiones militares, declararon de­puesto al general Velasco Alvarado.
Tras asumir el mando, Morales Bermúdez reem­plazó el Plan Inca de Velasco por el Plan Túpac Amaru; procedió, sin cambiar el discurso revolucionario y la práctica autoritaria, a au­torizar el retorno de periodistas y políticos deportados, y la circulación de una serie de revistas clausuradas.
Ante la gravedad de la crisis, en 1978 se pro­cedió a una dura política de estabilización económica y de reestructuración de la deu­da, lo que significó una devaluación moneta­ria, la congelación de sueldos, entre otras co­sas, generando el aumento de la recesión y del desempleo.

EL CONGRESO CONSTITUYENTE DE 1978:
En 1977, el gobierno militar, asediado por las huelgas y movilizaciones violentas, dispuso devolver a los civiles el control del gobierno, convocando a elecciones para reunir un nue­vo Congreso Constituyente. Las elecciones se llevaron a cabo el 18 de junio de 1978 sin la participación del partido Acción Popular, de Belaunde.
Los puestos de la Constituyente fueron cubier­tos por el APRA con un 35% del voto, y el Par­tido Popular Cristiano con 24%. La gran sor­presa fueron los pequeños y atomizados mo­vimientos y partidos de la izquierda, que al­canzaron entre todos una votación de 34%. La Constituyente, bajo la presidencia de Víctor Raúl Haya de la Torre, promulgó el 12 de ju­lio de 1979 una nueva Constitución política.

Comentarios

Entradas populares de este blog

SESION DE APRENDIZAJE: GUERRA FRÍA

SESIÓN DE APRENDIZAJE: ASUMIMOS NUESTRA CIUDADANÍA

PRACTIQUEMOS: REVOLUCIÓN PERUANA O CUARTO MILITARISMO